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domingo, 19 de abril de 2009

La solución idónea



A Álvaro Fernández de Lirio le ha sorprendido una furiosa tormenta mientras estaba en el jardín de su mansión. Era de noche. Podrían ser las tres de la mañana. A juzgar por la temperatura que marcaba el barómetro, eran sólo tres grados pero la sensación de frío era mayor porque soplaba un viento gélido. Sin embargo él no acusaba ningún malestar. Se sentía flotar. Como si el peso de su cuerpo fuese el de una pluma y, además, podía desplazarse sin dificultades, sin realizar ningún esfuerzo.
Tengo una sensación de gozo, de bienestar. Creo que es la ausencia de peso, de volumen porque me muevo sin chocar contra los objetos y, además, también puedo introducirme a través de las cerraduras; salir de las cajas herméticamente cerradas. Es una libertad extraña, imponente y grandiosa: ni en mis más calenturientas especulaciones, llegué nunca a imaginar una situación como la que estoy viviendo en este momento. ¡Y pensar que me asustaba tanto llegar a esta situación!
Le parecía extraño ver a su mujer completamente vestida de negro y sin maquillar. Ella odiaba ese color y ¿por qué lo hacía a estas alturas cuando ya ni las más retrogradas sustentaban este comportamiento?
Tiene un rostro muy serio, y mirándola con atención, parece como, si en algún momento, hubiera llorado presa de un profundo dolor. Me sorprende. Habría jurado que la noticia de mi muerte le había producido como… un cierto alivio. Ayer no hablaba con nadie, pero su semblante reflejaba una profunda paz. ¿A qué vendrán ahora estas lágrimas? Sus reacciones siguen siendo un misterio para mí aunque, ahora, ya no me preocupan. No deja de ser curioso comprender lo fácil que me resulta saber qué piensa mi amigo Juan, mi familia, y ¡hasta mi jefe! Sin embargo, esta mujer continúa sumiéndome en la perplejidad.

 
¡Caramba! ¡Bonita caja! Fuerte: de buena madera, barnizada y forrada por dentro; por añadidura, lacada en negro. En ella, me llevará más tiempo pudrirme. Quizá mi cuerpo no se corrompa. No, no, pero quita, quita, no vayan a hacer conmigo lo que con Santa Teresa y termine por no saber a dónde han ido a parar mis huesos.

 
Ha debido de costar un dineral este empingorotado entierro. ¡Seis candelabros, ocho coronas con claveles blancos y un montón de floripondios y cintas! 
¡Qué despilfarro, querida, pensar que te gastas, tan fresca, el dinero que tanto trabajo me ha costado ahorrar! Ya sé que ahora no me vale para nada pero, de todos modos, me irrita profundamente toda esta parafernalia montada para quedar bien con tus conocidos y supongo que, aún, con mi familia.
Sé que estáis conspirando pero no puedo oír: aunque lo más extraño es que adivino lo que pensáis, y lo que vosotros estáis diciendo, que no es exactamente lo mismo.

 
Ahora va a sonar mi móvil. Efectivamente, se oye su insistente llamada dentro de mi ataúd. Todos se miran desconcertados. Parecen asustados. Laura reacciona, recuerda las instrucciones de que debía acompañarme, encendido, por si no estuviera realmente muerto y me despertara cuando ya me hubieran enterrado. Esta obsesión me ha acompañado toda la vida. Así es que tomé buen cuidado de que se cumpliera mi última voluntad.

 
Hasta tal extremo llegó mi angustia que contraté los servicios de una mujer que debería llamarme todos los días con el encargo de que aunque alguien contestara diciendo que había muerto, tendría que realizar, las llamadas diarias concertadas hasta que se cumpliera el plazo por el que cobraba puntualmente, todos los meses, por adelantado.

 
¡Caramba qué caras de espanto!
 
Es una liberación haber abandonado ese cuerpo que me sometía, especialmente en los últimos años, a tantos dolores y sufrimientos. ¡Cuántas veces he soñado que me enterraban pero que, realmente, no estaba muerto! Me veía, en la aterradora oscuridad de mi féretro, aullando de dolor y de miedo ante la perspectiva de una muerte, por fin, cierta y mucho más espantosa y cruel que cualquiera de las circunstancias por las que había pasado.

 
Laura que se mostraba comprensiva al principio de nuestro matrimonio, terminó por imponerme unas sesiones con cierto sicólogo del que yo siempre me sentí celoso a causa de la manera en que ella aceptaba todas sus estúpidas opiniones. Tres años de terapia: una ruina económica que se tragó el presupuesto de nuestras vacaciones y lo único que conseguí fue atesorar manías y apechar con supersticiones en las que antes jamás había reparado.

 
Al cabo de tres años, había logrado convertirme en un perfecto maniático. Mi vida se llenó de rituales. Por ejemplo: no podía derramar el champú en el cuarto de baño, -ni siquiera una gota- porque aquello me aseguraba que aquel día resbalaría al entrar en el despacho del director general, y sin lograr enderezarme, iría a estrellarme contra la secretaria que siempre permanecía de pie, en espera de las últimas instrucciones. Cuando se repitió este accidente por tercera vez, la secretaria corrió despavorida a esconderse debajo de la mesa del director, sin pararse a considerar lo mal que le olía allí debajo. A causa de mis violentos choques contra ella, lucía más de un hematoma en su brazo derecho. Ni que decir tiene que, tras el tercer tropiezo, al no estar la secretaria como barrera que lo impidiera, fui lanzado, como una catapulta, contra la librería y esta vez acabé con un brazo en cabestrillo y un montón de chichones pues el golpe fue tan violento que me cayeron, de canto, encima de la cabeza varios tomos de la enciclopedia ilustrada “El mundo de los animales”.

 
Las consecuencias no se hicieron esperar. El director tomó, para evitar la repetición de mis resbalones, la decisión de enmoquetar su despacho y de nombrarme director general de archivos y biblioteca de la empresa, a fin de asegurarse el alejamiento de mi persona. Yo, también, finalmente, decidí desterrar de nuestro cuarto de aseo el champú, geles y cuantas sales y jabones de baño se hayan podido inventar.

 
Al tiempo que mis precauciones florecían por doquier, mi vida iba convirtiéndose en un sobresalto continuo y mi querido psicólogo, ante la evidencia de su fracaso, terminó por aconsejarme la visita a un siquiatra que pudiera ayudarme a superar las continuas angustias en las que me hallaba sumido.

 
A partir de ahí, mi vida fue un infierno pues el colmo de mis males llegó con esta última iniciativa. Bajo los efectos del Trankimazin que debería servir para tranquilizar como su nombre quiere indicar, y del Orfidal para dormir, me pasaba todo el día somnoliento. Tuve que dejar de conducir y me quedaba dormido en cualquier parte menos en la cama. Como en tales circunstancias era muy difícil que funcionara el archivo, pues yo mezclaba los documentos correspondientes a varios clientes y los guardaba en otro sitio que no tenía nada que ver con ninguno de los expedientes, es decir, los hacía ilocalizables, entró a trabajar, a mis órdenes, Celia una pontevedresa muy simpática y persuasiva que, puesta al tanto de mis problemas, tomó la sabia decisión de decirme que ella tenía la solución idónea. Dijo, con una amable sonrisa y mirándome abierta y sinceramente a los ojos:

 
--Se ha inventado el móvil para algo.

 
¡ Dios se había apiadado, finalmente, de mis terrores! Desembarazado, al fin, del psicólogo y del siquiatra pude volver a centrarme en el trabajo y a conseguir unos buenos ahorros. Celia: trabajadora eficaz y alegre, fue enseguida propuesta -y aceptado de buen grado por la dirección-, para un reconocimiento en su categoría laboral, pasó de auxiliar a oficial de 1ª, con el correspondiente aumento de sueldo. Por cierto, no la he visto en el velatorio…

 
Alcalá de Henares, 19 de abril de 2009
Texto e imágenes de Franziska

27 comentarios:

Marina-Emer dijo...

FRANZISCA YA ME LEI CASI TODO EL RELATO DE ALVARO ME QUEDARON 2 EPISODIOS QUE VOLVERE MAÑANA.MUY INTERESANTE AUNQUE ME DA UN POQUITO DE MIEDO YA VEREMOS EL FINAL.
BESITOS MARINA.
YA VINE A SALUDARTE AL REGRESO DE TUS VACACIONES.

CANTO EN FLOR dijo...

Pues fuera de relajo, yo adoptaré esta previsión, por aquello que dicen "mala hierba, nunca muere"... no vaya a ser de malas que no me lleven de "contado" y me despierte dentro de ya sabes!
Y a mí que no me caen tan bien los móviles, ahora no me separaré ni un sólo momento, caray!
Besos!
Y muy buen cuento, me quedé pensando en qué estará haciendo la secre que no llegó al funeral?

roxana dijo...

mucha imaginación y de la buena!!!! que buena narración y que suspenso, llevar el movil tiene su ventaja! UN GUSTO ESTAR ACA, TE DESEO UNA EXCELENTE SEMANA UN UN BESOTE, GRACIAS POR TUS SENTIDOS COMENTARIOS EN MI BLOG,
LA SEGUIMOS EN LA SEMANA! BESOS
ROXANA

Isold dijo...

Me ha gustado un montón, tu si que sabes. Lo he leido sin respirar. Refleja lo hipócritas que somos ante situaciones semejantes.

A mi me da verdero pánico que me metan en la caja, ya que soy hipopondriaca al menos eso creo yo, les tengo dicho en mi casa que se cercionen bien antes de......

Fraziska un beso.

Carmen Montoro dijo...

Genial, Frankisca!

Parece ser que volviste toda plena de creatividad de tu isla.

Saludos. y que la luz te acompañe!

Noelia A dijo...

Feo temor el de despertar de la muerte y estar encerrado en un ataúd, pero peor temor el de vivir todo el tiempo acediado por el miedo.
Muy buen relato.
Saludos!!

Josefa dijo...

He leido todo el relato y aunque lo he echo con un poco de miedo me ha gustado. Este blog no lo habia visitado ahora lo haré a menudo.
Para ver en que queda la historia.
Un besito.

roxana dijo...

Hola vuelvo para darte un beso y recien hoy me enterè que tenes un nieto Diego de 5 años. Increible, unoa se engancha y hay cosas que se pierde de saber por no leer mas despacio. Besote

Petri dijo...

Mi padre quiere que le metan un botella de vino.a saber..lo de movil es una idea fantastica y el relato engancha y entretiene..

CANTO EN FLOR dijo...

Hoy he regresado a dejarte un gran ramo de flores pues mañana celebraremos nuestrocumple, y no quería que pasara sin que supieras que mi cariño y amistad siempre te acompañarán. Espero lo pases muy bien!
Abrazos de toda tu familia mexicana, incluyendo claro está al pequeñín! Muá!

Cigarra dijo...

¿no hubo una época en que los ataudes tenían una campanita en la tapa que se podía tocar tirando de una cuerda desde dentro, para evitar enterramientos en vida? Me suena haberlo visto en alguna película.
Me ha encantado el relato. Me recuerda a esa cancion de Jacques Brel en que va enumerando a los asistentes a su funeral "Ah! je les vois dejá, tous mes chers faux amis.."

Kety dijo...

Franziska, es de esos relatos que te engancha, cuando empiezas, no puedes dejarlo. Ingenioso.

Un abrazo

Agradezco tus palabras en mi blog.

Carol dijo...

Qué buen relato Franziska, estupenda la descripción, me parecía estar en el funeral y... con sentido del humor.

Muchos besos amiga.

toupeiro dijo...

Un recadito para tí aquí

RosaMaría dijo...

Qué bueno Franziska,qué conocimiento de las manías del ser humano, Un relato precioso, no me importaría leer el final, pero así, abierto, también está fabuloso. Besos llenos de admiración.

ItoCuaz dijo...

el personaje es... excepcional. De verdad que lo pintas con excepcional precisión

Caramba! ¡Bonita caja! Fuerte: de buena madera, barnizada y forrada por dentro; por añadidura, lacada en negro. En ella, me llevará más tiempo pudrirme.


Estupendo!

Anónimo dijo...

En esta sociedad se comercializa con todo, incluso con la muerte.

Saludos.

Anónimo dijo...

De hecho el poder notar que las cosas que se dicen no se corresponden con las que se piensan debe dar un poco sino de rabia, si de sentir mucha impotencia. Las conclusiones son totalmente inequívocas, y desde luego uno puede darse cuenta de muchas cosas, mentiras y engaños.

Me gustó la idea del móvil... Imagino las caras de los presentes.
He de ponerme al día con tu blog, que quiero ver como te fue en tus vacaciones.

Feliz finde!! Aunque por aquí está pasadito por agua.

Marina-Emer dijo...

querida amiga...queria pasar antes pero no se si sabes que me cai ,una muy mala caida llevo puntos en la frente y tengo toda la cara ...ahora ya no negra ahora es de muchos colores hoy me quitaran los puntos,ahora del ojo izquierdo ya veo mejor pero aun dos figuras y ni leo ni escribo a gusto. Bueno amiga yo te deseo salud y buen humor como tu tienes
besos
Marina

Campanita de BarZaires dijo...

Franciska, un relato extraordinario, con la nitídez de tu palabra, ha sido como vivirlo más que leerlo, y además cargado de mucha imaginación, según lo vas desgranando nos tienes aqui más enganchados y suspendidos esperando el desenlace, me ha encantado, sabes como jugar con as letras y como describir las situaciones tan reales que nos haces ver como en una películita.

Gracias por compartirlo,esto es digno de una novela, creo que tus vacaciones te han cargado de energía positiva, y eso es maravilloso.

Un beso muy grande amiga.

Anónimo dijo...

Pues...me ha gustado mucho Alvaro y su relato...vengo a saludarte.

Carmen Montoro dijo...

Me alegro de que la luz mejore, y de que estés explorando el Henares a fondo.

Hace unos días, se formó una tormenta de repente, y la luz de pronto se volvio nítida, aún más... yo diria que DIAFANA. Estaba en casa, tomé la cámara y fui a la terraza...oh Dios, que espectáculo.

Tomé algunas instantaneas. Hay una que siempre fotografio: las torres azul cobalto de la ex-colegiata de Santiago de Castellar; las nubes oscuras sobre ella, y en el costado una luz... casi perfecta. Ya te la mostraré.

Bueno, lo dicho, que la luz te acompañe, amiga!

PIER dijo...

Me enganchaste con esta gran historia querida franzisca!!
Mira que manias tenia el hombre!! jajaja.. como para morirse..Me ha encantado.. y mucho.
Que estes bien.
Te dejo abrazos

M@R dijo...

que imaginacion,,,

saludos y abrazos,,,

Gwynette dijo...

Franciska, corazón..qué bien escribes!!! O_O

Lo del móvil: momentazo !! :)

Besitos para ti

Fernando dijo...

¡¡Hola Franziska amiga!! Cuanta bella fantasía. cuanta elucubración y que bien

Besos

Lydia dijo...

Me ha encantado este cuento y me he reido mucho con la historia de la secretaria y de los resbalizos. Felicitaciones.

Un abrazo,