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miércoles, 28 de diciembre de 2016

UN VIENTO HURACANADO









I

El ático de la planta 30 del edificio tenía una terraza de pequeño tamaño en la que siempre parecía que el viento estaba transformándose en huracán.


II
A Candela ya no le preocupaba haber agotados sus recursos porque quedarse sin dinero formaba parte de su plan: nadie iba a heredarla. Estuvo atrapada algún tiempo en un amor que solo vivía en su imaginación, era evidente; él optó por aquella jovencita de cara inexpresiva y poco agraciada. No podía comprender por qué lo había hecho pero fue así. Ahora nada importaba. Seguir viva carecía de sentido.


III
Aquella mañana el cielo estaba muy cubierto. Se encontró en el espejo un rostro tan demacrado que le costó trabajo reconocerse. Decidió que había llegado el momento. Tambaleándose, arrastró la escalera hasta la terraza, sin fuerzas para sostenerla, estaba muy débil, tan flaca que era casi un esqueleto dentro de un pijama demasiado grande.



IV
Se precipitó al vacío porque resbaló. No fue un acto consciente sino un accidente. El viento del norte ululaba siempre en aquella dirección y en ese momento se adueño de ella,  la dirigió contra el primer edificio que encontró en su camino, se estrelló contra una ventana mal encajada, rompió los cristales y la metió dentro de una habitación que todavía mostraba una cama deshecha.



V
Quedó tendida sobre aquella cama y sangrando en tal cantidad que tardó pocos segundos en desfallecer. Cuando volvió a recuperar la consciencia estaba en un  hospital.



VI
Sentía tal confusión que a su cerebro no llegaban los recuerdos, no comprendía nada. Caer desde la planta 30 de un rascacielos tendría que haber acabado con su vida y los olores que percibía eran los propios de un lugar que había conocido durante tanto tiempo como su lugar de trabajo.



VII

El desaliento y la tristeza volvieron a ocupar su mente. Había fracasado otra vez. Sentía una mano sobre la suya y la respiración acompasada de un ser humano. Abrió los ojos y se encontró con los de un hombre mayor que la miraba con interés y casi sonreía
cuando le dijo:
 -¿Cómo estás?
-Estoy aún viva por lo que entiendo…respondió sin ningún entusiasmo.

-¡Bendito sea Dios! Necesito que sigas viviendo.

Estas palabras aumentaron su confusión.
- ¿Por qué? No sé quién es usted y ni siquiera sé cómo se llama.

-No quiero asustarte pero debes saberlo cuanto antes. Ni la policía ni el juez creen que entraste en mi casa por la ventana sino que consideran que es un intento de asesinato. Mi libertad y mi vida dependen de ti.




Alcalá de Henares, 28 de diciembre de 2016
Microrrelato  y fotografías realizados por Franziska


jueves, 8 de diciembre de 2016

El encuentro






Aquel día hacía un calor insoportable.  Aún me faltaban treinta minutos, caminando a buen paso, para llegar a casa.  Sentía una sed acuciante.  Decidí entrar en el primer bar que me encontrara en el camino.  Inesperadamente hallé uno nuevo que ocupaba un antiguo local de tapicería.  Entré sin reparar que al fondo sonaba una música muy suave y que algunas parejas estaban bailando. Pedí una botella de agua mineral y me senté en una mesa cercana al mostrador.  No puedo recordar cómo pero, sin pensarlo, me dirigí a la pista y comencé a moverme siguiendo el ritmo que marcaba la música.  De entre las sombras, surgió él.  No podía creerlo.  Llevaba, como siempre,  su sombrero de fieltro negro y sonriendo abiertamente se dirigió a mí invitándome a bailar. Hizo una señal a la orquesta y comenzó a cantarme suavemente, con esa voz apasionada y hermosa que él tiene,  I´m your man.  Bailábamos enlazados. Su mano derecha suavemente posada sobre mi cintura dirigía el baile y yo sólo me dejaba llevar por todas las sensaciones que en aquél momento me dominaban. Algo mágico y realmente extraordinario estaba sucediendo. Al fondo y sobre el techo ví  al dios Cupido apuntándome con sus flechas doradas y sonriéndome con picardía.  ¡No era posible Cupido no es más que un mito! Pensé.  Tienen que ser consecuencias del terrible calor y de la sed que he soportado esta mañana.  Volví a mirar para cerciorarme pero la imagen había desaparecido.  Leonard, pues era él, sin ninguna duda, seguía cantando muy cerca de mi oído, mi canción preferida.  Nunca he admirado a ningún hombre mayor tanto como a él y ahora él, me estaba musitando las más bellas palabras que un hombre puede decir a una mujer a la que ama: I´m your man.

Me retuvo suavemente entre sus brazos y posó sus labios en mi hombro izquierdo. Sentí un placer inmenso y una oleada de intenso calor, algo muy semejante al fuego y creo que ese beso se grabó sobre mi piel, atravesó el tejido de mi blusa y se ha quedado conmigo para siempre.


-¿Señora, perdone, se encuentra bien?

Abrí los ojos y todavía muy confusa respondí:

-Sí, gracias, he debido quedarme traspuesta.


 No salía de mi asombro al comprobar que el sonriente camarero tenía la misma cara que el dios Cupido y que al fondo del local  no había nadie, el bar estaba completamente vacío y tampoco existía la pista de baile.  Todo había sido un bello sueño.  Pagué y me dispuse a continuar mi caminata. La impresión había sido tan real que mi cerebro tardó algún tiempo en asimilarlo.  Nunca podré aclarar que pasó porque mientras hacía el camino hacia casa sentía el beso de Leonard quemando mi piel. Y desde entonces, siempre que lo recuerdo, con mi mano derecha trato de aprisionar la sensación.  Y, además, la sonrisa de aquel extraño camarero de ojos intensamente azules, cabello ensortijado y rostro barbilampiño... Una alucinación sí pero ¿y el beso…?





Alcalá de Henares, 8 de diciembre de 2016

 Texto e imágenes realizados por Franziska para publicarse en
"LA TORTUGA DE DOS CABEZAS"

Nota
El texto del cuento fue escritopor mí el día 26/08/2012 y las tres
imágenes de la Luna realizadas , en diferentes momentos de este año que está concluyendo.
Tengo que admitir que, a lo largo de estos años, he dedicado muy poca atención a los relatos breves. Sin embargo, he ido escribiendo alguno de vez en cuando. Así es que, por el momento, utilizaré esta página que nunca dediqué a intereses personales, a ir dando a conocer mi pequeña obra. Espero que sepáis perdonarme. Nada de lo que yo tenga que relatar en mis cuentos tendrá nunca el interés que tiene la vida de algunas de esas mujeres que he ido presentando y de las que, afortunadamente, hay muchísimas más de las que podremos continuar hablando. El mundo de las mujeres es inagotable, pese a quien pese y está lleno de pasión y autenticidad.

Este cuento de hoy no es el primero escrito por mí y ha sido elegido porque hace pocas semanas hemos perdido al protagonista de este sueño, el admirado Leonard Cohen.