El nombre de Victoria Kent me llegó, hace algunos años –no
se hablaba de ella en mi etapa educativa-, en relación con la reforma de las
cárceles en España. Tengo que admitir que me llenó de asombro constatar el que
hiciera aún pocos años que en nuestras prisiones se utilizaran cadenas y
grilletes para controlar a los reos: situación que, ignorante de mí,
relacionaba con la Edad Medieval.
Respeto y profunda admiración se asentaron en mí conciencia
al tener conocimiento de sus actuaciones
como directora general de Prisiones. Lo primero que ordenó fue liberar a los presos de sus grilletes y
cadenas y, con la fundición de estos metales, se erigió un monumento a
Concepción Arenal, aquella jurista que dejó escrito: “Odia el delito pero
compadece al delincuente”.
Movida por sus ideales humanitarios, Victoria Kent,
emprendió una reforma penitenciaria que logró consolidar un cambio
revolucionario en la vida de las prisiones. Defendió la reinserción social de los presos. Sus decretos alcanzaron normas
inéditas, tanto en España como en Europa, adelantándose en veinte años a la
legislación de los países nórdicos. El derecho a leer la prensa; libertad de
asistencia a los actos religiosos; permisos de salida y visita conyugal; incrementos
y mejora de las raciones de alimentos; y la creación de talleres de trabajo
remunerados. La reforma de la cárcel de mujeres y de los hijos que les
acompañaban y la formación de un personal de funcionarios de prisiones.
Sin embargo, algunas reformas no son aceptadas por los
poderes fácticos del momento. La iglesia, la banca y los militares no pueden
aceptar el derecho a las visitas
conyugales ni tampoco la sustitución de las monjas por funcionarios
debidamente formados. Victoria Kent, dimitió.
Es una mujer de gran talento y fue pionera en su profesión:
primera mujer abogado y con bufete propio, en España; primera jurista en
defender ante los tribunales del Ministerio de la Guerra el caso del abogado
republicano Álvaro de Albornoz, acusado de ser el instigador de la rebelión de
Jaca cuya absolución consiguió.
Sus intervenciones parlamentarias que no fueron muy numerosas
pero que le sirvieron para demostrar que no solo era una gran abogada sino que
sabía defender sus ideas con convicción.
Cuatro años en París, ocultándose de la Gestapo. México donde
imparte clases de Derecho Penal y dirige una escuela de Capacitación para el
personal de prisiones. En 1950 en la
ONU forma parte de la Sección de Defensa Social. En Nueva York funda la
revista “IBERIA POR LA
LIBERTAD”, junto a Salvador de Madariaga.
En 1977 volvió a pisar tierra española, después de un
exilio de 38 años.
En 1987, cumplidos los 95 años, muere en la ciudad de Nueva
York. Solo nos resta añadir que nació en Málaga en el año 1.892.
Alcalá de Henares, 23 de noviembre de 2015
Imágenes de Internet
Texto elaborado por Franziska partiendo de la información recogida en diversas fuentes.