Es un tiempo próximo al espíritu.
El corazón recuerda otros momentos.
El instante quizás en que amamos
y de verdad, quisimos ser buenos.
El recuerdo se envuelve en aromas.
En olores de canela y limón, a
fuego lento.
A nuez moscada en el sabor del
asado.
En el color y el sabor afrutado de
las sidras.
Las cocinas tenían la fragancia de
lo insólito.
Y las madres, felices, porque daban
con un trabajo bien hecho y
laborioso,
todo la ternura que cabía en su
pecho.
Cantaban alegres canciones del ayer.
Sin pensarlo, iban en pos de ese
tiempo
ya agotado, sin vuelta atrás y sin
remedio,
de esa patria paraíso que es siempre la niñez.
Ya hemos crecido y en el final del
tiempo
mi alma se hace más niña, a cada
paso,
y más honda es la necesidad de
crear lazos,
de recibir abrazos y afectos
sinceros.
Es un tiempo de adviento y el alma
recuerda y reclama otros momentos.
El corazón ya no tiene paciencia
quiere darse entero, a manos
llenas.
Con un candor que maravilla
se encienden luces, felicidad se
esparce,
se avientan buenas voluntades.
La tierra se inunda de frescura.
Florece el amor entre las piedras
y hasta en el tejado de las casas
brilla y resplandece su color.
¡Son cálidas las luces del amor!
Cual sembrador de peces y de panes
buscamos la cosecha, el milagro
de que tal céfiro aletee todo el
año.
Pero, pasados unos días,
volverán a instalarse los agravios.
Esta hermandad y el olvido de injurias
debiera arraigar y para siempre, la Paz
brillar en la mirada de los hombres
y ser la razón y el fin de las
mujeres.
Alcalá de Henares, 18 de Diciembre de 2014
Texto e imágenes realizados por Franziska