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jueves, 11 de julio de 2013

La biopsia






Tengo que empezar diciendo que, después de leer el informe,  toda mi fortaleza moral se vino abajo. Sin embargo, pasados unos días, opté por no rebelarme contra mi destino. Acababa de cumplir cincuenta y ocho años. Estaba separado y no tenía pareja estable y a mi ex mujer ni siquiera me atreví a llamarla porque cualquier relación con ella terminaba siempre de la manera más agria.

Emprendí una vida de restaurantes de lujo que nunca me había podido permitir y para ir a cualquier parte, me trasladaba en un taxi. Pasé unos días en París y estuve una semana en Roma. Así, poco a poco, me fui gastando la mayor parte del dinero que el banco me había anticipado a cuenta del valor de mi vivienda.
 
A principios de año había comenzado a sufrir dolores abdominales: cada vez más fuertes y de mayor duración. En pocos días, el color de mi piel se tornó amarillento: lo que ponía en evidencia que estaba sufriendo una ictericia. Los dolores, sin embargo, no solo no pasaban sino que se iban haciendo cada vez más intensos. Me fue diagnosticada la presencia de una masa tumoral de cerca de 7 centímetros en el páncreas. Este tipo de cáncer es uno de los más devastadores y, como me dijeron los médicos, es actualmente incurable.


Llegué a contratar mi entierro y a dejar pagados mis funerales. A pesar de que mi tono vital era muy bajo y me sentía muy fatigado, volví al hospital cuando ya habían transcurrido los seis meses y, ante mi extrañeza, yo seguía vivo.  ¡El tumor había desaparecido!  No me he sentido más desconcertado en todos los días de mi vida. Creí que me estaba volviendo loco. No, no podía ser.

-Pero, vamos a ver, doctor. Aquí se me entregó un informe que decía que mis expectativas de vida eran de unos seis meses, como máximo.

-Sí, eso es cierto porque, en ese momento, todo encajaba. Las pruebas lo confirmaron. Sin embargo, si algunas semanas más tarde se le hubiese practicado una biopsia, se habría descubierto que, en realidad, era una pancreatitis aguda. Cuando usted ingresó en nuestro hospital, arrastraba un número importante de pancreatitis recidivantes y lo extraño fue que, en tales circunstancias, no hubiera fallecido entonces.

-No es posible. ¡¡¡Tengo que morirme!!!  ¿Lo entiende?  ¡Haga lo que quiera pero mándeme al otro barrio!  Esto era peor que el diagnóstico y todo por ahorrar una biopsia.


Tema propuesto por Antonio Muñoz:  médicos o chamanes
para "El club de las letras mágicas"

Alcalá de Henares, 11 de julio de 2013
Cuento realista  y fotografías -que no vienen a cuento-
realizado por  Franziska
Franziska   

5 comentarios:

RosaMaría dijo...

jajaja... Buenísimo! Quién le quita lo bailao!! A veces el destino nos juega buenas pasadas. Saludos.

Josefa dijo...

Me has dejado pasmada con tu sorprendente relato.

Del herror aprendió a disfrutar de las cosas buenas de la vida.

Un abrazo con todo cariño.

























Francisca Quintana Vega dijo...

Hola...el relato está bien escrito,aunque un tema un poquito triste pero con el humor del final se soluciona. Me ha sorprendido ver qué bello se lee el nombre de Francisca como Franziska...¡Si se me hubiera ocurrido antes a mí lo hubiera usado! Está muy bien. Encantada. Saludos.

Chela dijo...

¡Otro estupendo relato!
Me gustan los finales sorprendentes, como este.
No se trata de "tirar la casa por la ventana" y gastarnos alegremente el dinero que luego puede hacernos falta, pero si que deberíamos vivir cada día como quisiéramos vivir los últimos que nos quedasen, es decir disfrutando del hecho de vivir, de tener la oportunidad de amar, de sonreír, de disfrutar de un paisaje y del color de las cosas, de escuchar los sonidos del viento, del agua, de la música, valorar el ejercicio y el trabajo, el descanso...Todo lo que es cotidiano y que solo valoramos cuando lo perdemos. Cada día de vida es un regalo.
Un cariñoso abrazo.

fany sinrimas dijo...

Franciska, me encanta tu sentido del humor que muestras en este relato y en el comentario que haces a tus fotos.

¿Dónde tienes tus poemas? No los encuentro.
Un abrazo.