Todos la vieron llegar acompañada
de su chofer y de un número considerable de maletas. Era imposible no advertir que
lucía, con ostentación, pulseras, anillos, collares y pendientes. El chofer
esperó pacientemente a que la señora acabara de establecer sus condiciones de
alojamiento y cuando ella terminó, le despidió con un aire risueño y dijo: -Alberto,
descanse que mañana tendremos un día movido. Llámeme, a las ocho. Espero que la
casita del pueblo le resulte confortable. ¡Hasta mañana! Se dirigió al ascensor
con aire resuelto. Si quería no pasar desapercibida, lo había conseguido.
Sentado en el fondo del hall
leyendo distraídamente un periódico de la comarca, estaba Sebastián Gándara
cuya atractiva presencia –era un hombre muy guapo- no había pasado
desapercibida a la curiosa observación de Marta: se cruzaron sus miradas y él
pensó que resultaba muy atractiva; y ella, que aquel tipo parecía interesante. Sebastián
creyó que había llegado el momento de vestirse para la cena. Desde la habitación consultó si, con
discreción, se podría sentar cerca de la guapa cliente. Una ocasión como esa no
se podía desperdiciar y era fundamental no
perder el tiempo.
Marta, tenía un cuerpo
escultural. Sus movimientos eran elásticos y acompasados, en sus ojos brillaba
una luz de extraordinaria inteligencia. Cuando bajó a cenar, vestía un traje
gris oscuro, entallado, con un escote en forma de uve. Su vestido, casi hasta los tobillos, mostraba
al avanzar una abertura lateral que dejaba al descubierto sus magníficas y bien
torneadas pantorrillas. Sebastián la
observaba con interés y pensó que no le iba a ser fácil abordarla. Estaba tan
cerca de su mesa que se dedicó, de un modo rutinario, a dirigirle miradas
incendiarias para demostrarle que le gustaba.
Ella parecía ignorarle hasta que, llegado un momento, mostró una sonrisa
encantadora, al tiempo que le miraba directamente a los ojos, cuando respondía
al móvil que enseguida procedió a apagar. El consideró que había recibido la
primera señal de aprobación. Salió y la estuvo esperando y, con una excusa
banal, la abordó.
--Perdone, creo que nos hemos
visto en alguna parte. No puedo olvidar a una mujer tan bella e interesante. Permítame que me presente, mi nombre es
Sebastián Gándara, de una antigua y bien conocida familia cántabra de Suances.
Ella, sonriendo, aseguró que le recordaba a alguien que había cenado muy cerca
de su mesa. Entablaron una conversación cordial y terminaron sentándose en el
jardín. Estuvieron charlando más de una
hora. Las cosas habían empezado a encarrilarse con más facilidad de lo que él
pensaba. Ella, le dijo que estaba viuda
desde hacía dos años y que sentía una gran tristeza por la pérdida de su esposo
un industrial guipuzcoano. Tampoco tenía hijos y, siendo hija única, sus padres
hacía tiempo que habían fallecido, no tenía familia. Desayunaron juntos. El
chofer tuvo su primer día libre. Tres días de galanteos, besos y caricias
llevaron la situación a un límite difícil de contener. Él temía lanzarse y
estropearlo todo y ella se preguntaba por qué él no tomaba una decisión. Marta le llamó y le dijo que le estaba echando de
menos y que si quería acompañarla a dar un paseo por alguna de las rutas de
senderismo, que pasara a recogerla. Él
aceptó con entusiasmo y en pocos minutos estaba llamando a la puerta de su
habitación. Pasa, enseguida acabo en el cuarto de baño. Toma lo que quieras. Él
echó una ojeada por la habitación que estaba bastante desordenada y comprobó
como el armario estaba abierto, de par en par, y también la caja fuerte. Su reacción fue
inmediata. Con el mayor sigilo retiró un saquito negro de cuero que contenía
las joyas de Marta y escribió en un papel: “He olvidado algo, enseguida estaré
aquí, amor mío”.
Salió sin cerrar la puerta y
llevando en las manos el saquito. Se
dirigió a toda prisa al lugar donde tenía el coche y acomodó su botín en la
maleta de menor tamaño. Sus ojos brillaban con una intensa complacencia. ¡Qué
fácil se lo había puesto! Ni siquiera había tenido que narcotizarla pero ahora
no podía perder ni un segundo. Cuando iba a introducirse en el coche, se vio
rodeado por un grupo de cuatro policías que, en un instante, le habían dado el
alto y esposado. Con asombro, reconoció al chofer de Marta.
Marta dejó escrito en su informe
del día. Por fin lo atrapamos hoy. Su rostro posee más de quince documentos de
identidad falsos y su autentica especialidad ha sido siempre la de desaparecer
sin dejar rastros.
Alcalá de Henares, 14 de octubre de 2013
Imagen y texto realizados por Franziska
8 comentarios:
JEJEJEEJEJEJEJE
Biennnnnnnnnnnn!!! el gozo en un pozo, no todo tenía que salirle redondo, pero aquí la que nos ha engañado a todos has sido tú Franziska, que ya me había sorprendido gratamente este relato lleno de seductoras formas y miradas para acabar como ha acabado. Eres genial!!!
Un abrazo y feliz inicio de semana!!!
excelente!!!
aaaaaayyy mira que me creo astuta, pero no me lo imaginaba esta vez! jajaaj
muy buen relato! ojalá no quedaran tus relatos sólo en un blog, sinceramente son tan buenos, que merecen ser editados en papel
Te felicito, sos una maravillosa escritora, me encantan los detalles, como vas describiendo, y siempre esa chispa final :)
un abrazo mamiabu y que tengas una hermosa y productiva semana!!
Qué bueno! Inimaginable final! Me encantó. Besos grandotes.
Olá, bom dia.
Hum, vim ao teu espaço, para lhe desejar um fim de semana bom. Com sol. Sorridente. Com muita Paz Espiritual. Que a compreensão seja a continuidade de uma vida, com paz, sonhos e esperanças. Sempre.
Bom tempo de verão, para quem está na região Sul, Suldeste, Centro Oeste e outras, precisa adiantar o relógio, e para quem não está nessas regiões. Contentamentos, por que Vida segue, sempre e sempre.
Abraços, abraçados.onfoMya
Que exquisito relato.
Te dejo mi abrazo!!!
Un bonito relato con final inesperado. Felicidades Franziska, no dejo de sorprenderme y de admirar tu capacidad de trabajo. Siento cierta envidia de tu energía :). A mi cada vez me cuesta más escribir, disculpa mis ausencias :)
Un abrazo, Franki
Vuelvo a leer tu relato y me encanta. Que personaje tan escurridizo.
Un abrazo, mi querida amiga Franziska.
Publicar un comentario