Suscribirse por correo.

martes, 29 de octubre de 2013

Abandonada



                                        

En aquella tarde de finales del verano me dirigí al parque más próximo a mi casa. Allí me encontré una niña que sentada en el suelo se entretenía jugando con arena húmeda.  Me extrañó su soledad y la circunstancia de que ambas éramos, las únicas personas que estaban en el parque.  La niña permanecía tranquila y, al parecer, ajena a cuanto la rodeaba. Cuando quise hablarle parecía que no oía pues tampoco respondía y ni siquiera me miraba. Me quedé en un banco próximo más de una hora.  Al fin dejó de toquetear la tierra y me miró con insistencia. ¿Quieres agua? Y en un primer gesto, alargó sus manos. Sus candorosos ojos, de un gris acerado, me miraron por primera vez.  -No tengo vaso. ¿Sabes beber por la botella?  Entonces se levantó del suelo y me tendió una manita. Ah, ¿quieres pasear? Movió la cabeza. No parecía echar de menos a nadie. La niña tenía un aspecto cuidado y limpio. A medida que avanzaba con ella de la mano, se fue apoderando de mí una ternura inmensa, un amor nunca sentido, un deseo de protección, de cuidarla. Me sentí como si fuera su madre. Sin duda fue porque, a esas alturas de mi vida, mi corazón ya no soportaba más la situación de soledad en la que vivía. Aunque fuera muda  ¿Qué importancia tenía? Mejor, así no podría hablar y para justificar su presencia, ya me inventaría alguna historia. Al fin iba a tener un motivo por el que luchar.  No la merecían quienes así la trataban…

Insistentemente se oyó, durante días y días, en todas las cadenas de radio y televisión la noticia de  la desaparición de una niña que era sordomuda y a la que, según sus padres, el hermano mayor había perdido de vista unos instantes para recoger un balón. La opción del secuestro estaba servida. Si hasta esos momentos había albergado alguna duda, a partir de allí comprendí que era imposible mi marcha atrás. Los acontecimientos de aquel día marcaron mi vida para siempre. La larga cadena de errores, ocultaciones y mentiras solo acababa de empezar.  

 Para evitar preguntas, la primera decisión fue trasladarnos a otra ciudad pero siempre viví con el miedo a ser descubierta.  Por tener a aquella criatura, por ser su madre, cometí los mayores errores de mi vida y temí, durante años,  terminar en una cárcel. Siempre fui prisionera de mis actos.  Hoy tendré que enfrentarme a la verdad: mi hija acaba de descubrir que también su nombre es falso.


Alcalá de Henares, 3 de octubre de 2013
Texto e imágenes realizados por
Franziska

8 comentarios:

Unknown dijo...

lo bueno si breve...

y además lo más importante, te deja dolorosamente pensando en que es tan cierto y sucede tan a menudo, por querer amar, por no querer sentirse solo, muchas veces se cometen los mayores errores de la vida, y se termina, en una cárcel, aunque esa cárcel no sea más que la propia vida y uno sea, permanentemente el dueño de la llave de nuestro propio claustro

un abrazo enorme mamiabu, y que tengas una hermosa semana!

Nereidas-andresdeartabroblogpost,com dijo...

Como solo es un relato , está lleno de realismo y filosofía , Resulta enternecedor y llega.
Besos.

Anónimo dijo...

Creo que ninguno de nosotros sabemos cómo reaccionaríamos ante algo así, sentirse en una soledad extrema y encontrar ante nuestros ojos alguien que cuidar, amar y querer. Evidentemente en la realidad no hay excusa posible y más cuando se ve una búsqueda de esa personita en cuestión, sin embargo, los humanos somos imprevisibles.

Qué bueno es tu relato!!!

Un abrazo!!

María dijo...

Bonito y tierno relato, tanto que he ido viendo las escenas según las ibas contando.

Un beso.

Josefa dijo...

Emotivo yreflexivo relato. Cortito como a mi me gustan. Me encantó.
Besicos.

maria dolores velasco dijo...

Bueno, ya estoy aquí curioseando en tus letras...¡¡y qué letras!!!...
Buenísimo el relato, me encantan los relatos...pero además el tuyo está muy bien escrito.
Un tema tremendo el que nos muestras, pero ¿quien puede decir que no pudiera ser real?
Me encanta que nos hayamos encontrado en estos caminos cibernéticos.
Besitos

Unknown dijo...

Exelente el relato! Me ha encantado la forma de redacción y el sentimiento se adentra...muy bien escrito!. Me encantó pasar por acá y te invito a mi blog. Un abrazo!.

Alondra dijo...

¡Que fuerte! para mi no tiene disculpa, nadie tiene derecho a separar a un hijo de su familia. Para paliar la soledad se podía anotar como familia de acogida y haría una gran labor, si quería algo suyo que adoptara una mascota. Este cuento es de esas historias para no dormir.
Un abrazo grande y perdona, pasan los días y no encuentro tiempo para encender el ordenador.