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lunes, 14 de octubre de 2013

El seductor





Todos la vieron llegar acompañada de su chofer y de un número considerable de maletas. Era imposible no advertir que lucía, con ostentación, pulseras, anillos, collares y pendientes. El chofer esperó pacientemente a que la señora acabara de establecer sus condiciones de alojamiento y cuando ella terminó, le despidió con un aire risueño y dijo: -Alberto, descanse que mañana tendremos un día movido. Llámeme, a las ocho. Espero que la casita del pueblo le resulte confortable. ¡Hasta mañana! Se dirigió al ascensor con aire resuelto. Si quería no pasar desapercibida, lo había conseguido.

Sentado en el fondo del hall leyendo distraídamente un periódico de la comarca, estaba Sebastián Gándara cuya atractiva presencia –era un hombre muy guapo- no había pasado desapercibida a la curiosa observación de Marta: se cruzaron sus miradas y él pensó que resultaba muy atractiva; y ella, que aquel tipo parecía interesante. Sebastián creyó que había llegado el momento de vestirse para la cena.  Desde la habitación consultó si, con discreción, se podría sentar cerca de la guapa cliente. Una ocasión como esa no se podía desperdiciar y era fundamental  no perder el tiempo. 

Marta, tenía un cuerpo escultural. Sus movimientos eran elásticos y acompasados, en sus ojos brillaba una luz de extraordinaria inteligencia. Cuando bajó a cenar, vestía un traje gris oscuro, entallado, con un escote en forma de uve.  Su vestido, casi hasta los tobillos, mostraba al avanzar una abertura lateral que dejaba al descubierto sus magníficas y bien torneadas pantorrillas.  Sebastián la observaba con interés y pensó que no le iba a ser fácil abordarla. Estaba tan cerca de su mesa que se dedicó, de un modo rutinario, a dirigirle miradas incendiarias para demostrarle que le gustaba.  Ella parecía ignorarle hasta que, llegado un momento, mostró una sonrisa encantadora, al tiempo que le miraba directamente a los ojos, cuando respondía al móvil que enseguida procedió a apagar. El consideró que había recibido la primera señal de aprobación. Salió y la estuvo esperando y, con una excusa banal, la abordó. 

--Perdone, creo que nos hemos visto en alguna parte. No puedo olvidar a una mujer tan bella e interesante.  Permítame que me presente, mi nombre es Sebastián Gándara, de una antigua y bien conocida familia cántabra de Suances. Ella, sonriendo, aseguró que le recordaba a alguien que había cenado muy cerca de su mesa. Entablaron una conversación cordial y terminaron sentándose en el jardín.  Estuvieron charlando más de una hora. Las cosas habían empezado a encarrilarse con más facilidad de lo que él pensaba.  Ella, le dijo que estaba viuda desde hacía dos años y que sentía una gran tristeza por la pérdida de su esposo un industrial guipuzcoano. Tampoco tenía hijos y, siendo hija única, sus padres hacía tiempo que habían fallecido, no tenía familia. Desayunaron juntos. El chofer tuvo su primer día libre. Tres días de galanteos, besos y caricias llevaron la situación a un límite difícil de contener. Él temía lanzarse y estropearlo todo y ella se preguntaba por qué él no tomaba una decisión. Marta  le llamó y le dijo que le estaba echando de menos y que si quería acompañarla a dar un paseo por alguna de las rutas de senderismo, que pasara a recogerla.  Él aceptó con entusiasmo y en pocos minutos estaba llamando a la puerta de su habitación. Pasa, enseguida acabo en el cuarto de baño. Toma lo que quieras. Él echó una ojeada por la habitación que estaba bastante desordenada y comprobó como el armario estaba abierto, de par en par,  y también la caja fuerte. Su reacción fue inmediata. Con el mayor sigilo retiró un saquito negro de cuero que contenía las joyas de Marta y escribió en un papel: “He olvidado algo, enseguida estaré aquí, amor mío”.

Salió sin cerrar la puerta y llevando en las manos el saquito.  Se dirigió a toda prisa al lugar donde tenía el coche y acomodó su botín en la maleta de menor tamaño. Sus ojos brillaban con una intensa complacencia. ¡Qué fácil se lo había puesto! Ni siquiera había tenido que narcotizarla pero ahora no podía perder ni un segundo. Cuando iba a introducirse en el coche, se vio rodeado por un grupo de cuatro policías que, en un instante, le habían dado el alto y esposado. Con asombro, reconoció al chofer de Marta.

Marta dejó escrito en su informe del día. Por fin lo atrapamos hoy. Su rostro posee más de quince documentos de identidad falsos y su autentica especialidad ha sido siempre la de desaparecer sin dejar rastros.

Alcalá de Henares, 14 de octubre de 2013
Imagen y texto realizados por Franziska

8 comentarios:

Anónimo dijo...

JEJEJEEJEJEJEJE
Biennnnnnnnnnnn!!! el gozo en un pozo, no todo tenía que salirle redondo, pero aquí la que nos ha engañado a todos has sido tú Franziska, que ya me había sorprendido gratamente este relato lleno de seductoras formas y miradas para acabar como ha acabado. Eres genial!!!

Un abrazo y feliz inicio de semana!!!

Unknown dijo...

excelente!!!
aaaaaayyy mira que me creo astuta, pero no me lo imaginaba esta vez! jajaaj
muy buen relato! ojalá no quedaran tus relatos sólo en un blog, sinceramente son tan buenos, que merecen ser editados en papel
Te felicito, sos una maravillosa escritora, me encantan los detalles, como vas describiendo, y siempre esa chispa final :)

un abrazo mamiabu y que tengas una hermosa y productiva semana!!

RosaMaría dijo...

Qué bueno! Inimaginable final! Me encantó. Besos grandotes.

José María Souza Costa dijo...

Olá, bom dia.

Hum, vim ao teu espaço, para lhe desejar um fim de semana bom. Com sol. Sorridente. Com muita Paz Espiritual. Que a compreensão seja a continuidade de uma vida, com paz, sonhos e esperanças. Sempre.
Bom tempo de verão, para quem está na região Sul, Suldeste, Centro Oeste e outras, precisa adiantar o relógio, e para quem não está nessas regiões. Contentamentos, por que Vida segue, sempre e sempre.
Abraços, abraçados.onfoMya

Ricardo Tribin dijo...

Que exquisito relato.

Te dejo mi abrazo!!!

francesc dijo...

Un bonito relato con final inesperado. Felicidades Franziska, no dejo de sorprenderme y de admirar tu capacidad de trabajo. Siento cierta envidia de tu energía :). A mi cada vez me cuesta más escribir, disculpa mis ausencias :)
Un abrazo, Franki

José María Souza Costa dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Ricardo Tribin dijo...

Vuelvo a leer tu relato y me encanta. Que personaje tan escurridizo.

Un abrazo, mi querida amiga Franziska.