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jueves, 5 de agosto de 2021

PAURCABAMBA

 



Aquel día la abuelita de Paurcabamba se sentía enferma y es por este motivo que no podía acudir al mercado semanal de Chordeleg, distante a dos millas de su aldea.  Sin embargo, era completamente imprescindible para el sustento de la familia la venta de la leche. El cántaro  estaba preparado, desde hacía una hora,  delante de la puerta del corralillo.

 

--Gacelilla, mi niña,  eres la mayor.  Tendrás que ir tú.  Conoces bien el camino.  Párate a descansar pero no pierdas de vista el cántaro.  Al acabar, vete a la botica y pide un remedio para Clodomiro que sabes que lleva varios días con la tripa suelta y de nada le vale comer mis sopas de arroz.  Guarda el dinero en la faltriquera y no se lo enseñes a nadie.  No hagas sola el camino de regreso.

 


La abuela decía que Bamba –como todos la llamaban para abreviar- tenía los ojos más azules que las turquesas de tanto mirar al cielo y podría ser verdad porque los pensamientos de la niña siempre volaban muy alto: tan alto como lejos de la realidad y por eso tenía fama de distraída.

 

Salió con su cantarito apoyado en la cabeza al modo en que lo transportaban las antiguas mujeres cañaris y, para que el camino no le resultara tan largo, en cuanto dejó atrás la última casa de la aldea, comenzó a cantar.  Su voz tan clara y armoniosa  cautivaba incluso al altivo cóndor que volaba haciendo círculos  para oírla y sorprendía por su belleza y sentimiento a cuantos la escuchaban.    El camino serpenteaba próximo al río Gualaceo cuyas aguas cantarinas parecían corear los estribillos de las antiguas melodías incaicas que Bamba entonaba.  Ella aseguraba que oía la voz del agua cuando cantaba.

 


Mamita, cuántas ganas tengo de verte –pensaba- al tiempo que ponía gran cuidado en no pisar las piedrecillas sueltas para no resbalar.

 

En la lejanía, divisó a alguien que avanzaba hacia ella.  Se paró para poder fijarse mejor.  Era extraño que alguien se dirigiera hacia el pueblo a aquellas horas pues ya estaría todo el mundo en el mercado.  De pronto, su corazón se aceleró con tal fuerza que le pareció que se le iba a escapar del pecho.  La reconocía en su forma de moverse.  Entonces Bamba loca de alegría, depositó con cuidado su cantarillo al amparo de un matojo de hierbas y le encomendó al Gualaceo que cuidara de él.  Salió corriendo con el deseo profundo de ser capaz de volar para llegar antes pero, ante su total desconcierto, su madre había desaparecido.  ¿Dónde podría estar?  Aquel lugar era completamente llano y sin arbolado.  No obstante, siguió corriendo desesperada llamándola a gritos:

 

--¡Madre, madre, no te vayas!  ¡Vuelve…

 

Nadie respondía.  Retrocedió en busca de su cántaro.  No podía entender qué había pasado y se sentía tan triste que su frágil cuerpecillo se convulsionó por los sollozos.

 


¡Mamita de mi alma!  Vuelve, quiero verte aunque sólo sea de lejos.  Y estaba sumida en su mayor angustia cuando se le ocurrió mirar al cielo y pensó que ella había volado hasta allí porque no era posible que estuviera en otra parte.  Deseó conocer el lenguaje de los pájaros que, sin duda, sabrían hacía  dónde se habría dirigido.  Entonces cantó poniendo toda la fuerza de su voz, como un grito intenso y desgarrado, brotaron de sus labios las siguientes estrofas:

 

Cóndor, pájaro altivo,

que tan alto habitas

que tienes tu nido

cerca del Dios indio.

Tú que ves las cumbres más altas:

sabrás dónde ha ido.

Llévale mi oración,

pídele que vuelva.

 

Acompañaba esta queja

el viento con un silbo agudo

y la voz del agua, cantaba a dúo. 

 


Continuaba su caminar pues el afán de llegar con tiempo al mercado, le  hacía olvidar el cansancio y ponía alas en sus graciosos pies.

 

Pronto empezó a divisar las torres de la iglesia de Chordeleg y enseguida llegó hasta sus oídos el sonido de la flauta andina; el rumor de las gentes que platicaban y ofrecían su mercancía; de la chiquillería que gritaba; el mugido de los animales.  También empezó a percibir  el fragante aroma de las especias.  El olor de las frutas  en sazón. Toda esa algarabía que le era tan familiar. Por fin llegaba a la plaza mayor del pueblo donde los orfebres trabajaban elaborando sus filigranas de oro y plata a la vista de las gentes que acudían al mercado.  Mientras saludaba a todos los vecinos, éstos le preguntaban por su abuela hasta que llegó a la explanada donde se situaba siempre para ofrecer sus vasos de leche de cabra.  Terminó su jornada y había conseguido vender toda la leche.  Se sentía contenta: en su faltriquera había suficientes  moneditas de plata y cobre para que se oyese su gracioso tintineo. 

 


Sintió hambre y compró una torta de anisillos que comió con buen apetito.  La señora Guadalupe, le regaló una guayaba madura que tomó como postre.  Después, se dirigió a la botica y allí cumplió el encargo de su abuela.  La boticaria no le cobró las medicinas.

 

Como hacía siempre, desde que su madre se embarcó rumbo a Guayaquil para tomar el avión que la conduciría a España, se pasó por la oficina de correos a preguntar si tenía alguna carta.

 

--Hay una para tu abuela pero, además, también hay un giro telegráfico que tendrá que venir ella a recoger.

 


Había llegado la primera carta de su madre.  Bamba la apretaba contra su corazón.  Era como tenerla un poquito.  Ella había pasado sus manos por aquellas líneas que Bamba no entendía pero que sabía contenían las palabras de su madre.

 

El retorno a casa se hizo corto y festivo.  El camino en compañía de las gentes de su aldea estaba lleno de cantos alegres y de risas compartidas.  Bamba  enseñaba a las vecinas el sobre  y todos querían saber qué diría.  Su abuela era la única que sabía leer en la aldea.  Por este motivo, la acompañaron para que les leyese la carta.

 

Cuando la abuela vio llegar a Bamba seguida por sus vecinos, se asustó.  ¡Dios mío! ¿Qué habrá pasado?  Pero pronto se tranquilizó viendo que Bamba la llamaba a voces con un semblante en el que se reflejaba la gran alegría que sentía en ese momento.

 


La abuela salió a recibir a sus paisanos.  A todos saludó con afecto.  Abrazó a su nieta y tomando la carta que Bamba le entregó, rasgó el sobre con emoción y empezó a deletrear:

 

En Soria a 1 de Diciembre de 2006.   

 

“Querida madre, queridos hijos, confío en que Dios no haya permitido que ninguno de vosotros esté enfermo, antes bien espero  que tengáis una perfecta salud.  Estoy trabajando mucho pero me siento muy contenta porque ya he pagado los gastos de mi viaje. Hasta hoy no he podido mandar ningún dinero pero, a partir de ahora, os haré un envío todos los meses.  Por aquí hace mucho frío sin embargo, dentro de las casas se está muy bien y no se nota el mal tiempo.  En todas las viviendas hay máquinas que lavan la ropa y un gran armario para guardar la comida que se llama frigorífico.  Además, hay luz eléctrica y agua como ocurre en Guayaquil aunque este es un pueblo de muy pocos habitantes que se llama Rebollo de Duero donde sólo viven ya personas de mucha edad.  Tres días por semana, trabajo en Soria que es muy lindo.

 

La señora de la casa donde trabajo, me ha regalado un décimo de lotería para Navidad: es el número 20297 que Dios quiera nos saque de la pobreza.  Madre si me tocara, daría todo el dinero que fuera necesario para que los niños de nuestro pueblo pudieran tener una escuela.

 


Dime cómo se porta Bamba.  Espero que te obedezca y te ayude en todo lo que pueda.  Es mi mayor ilusión que se eduque.  Es una pena que se desperdicie el talento que tiene para el canto, dedicando su vida al cuidado de los animales como única posibilidad de ganarse el pan. 

 

Les voy a mandar una radio para que puedan enterarse de las noticias.  Funciona con pilas…

 

Y seguía extendiéndose con mil detalles y recuerdos para sus vecinos; y para sus hijos, todo se volvían recomendaciones.

Alcalá de Henares, 5 de agosto de 2021



Texto del cuento e imágenes realizadas por Franziska. Opté por insertar imágenes un tanto surrealistas porque nunca recurro a las posibilidades que ofrece Internet.   Este cuento nació de una noticia: una trabajadora ecuatoriana había recibido, en un pueblo de Soria, el regalo de un décimo de la lotería de Navidad y que resultó ser el premio "gordo". 

 




 

    

 

 

 

7 comentarios:

Teresa dijo...

Precioso el cuento, me ha encantado Franziska. Muchos besos.

Maite Sánchez-volarela dijo...

¡Pues qué bueno es que le haya tocado en la realidad a su protagonista!
Has descrito con todo detalle el antes del acontecimiento, metiéndonos en el ambiente de pobreza de su país, y la bella añoranza de la niña. Y lo has hecho muy bien; con ternura y sinceridad.

Quería decirte que descansaré un tiempo de mi blog principal, lo necesito.

Un abrazo grande, cuídate mucho :)

Tomás B dijo...

Me ha gustado mucho este cuento, con el dinero de un decimo premiado en España se pude hacer poco pero allí seguro que bastante mas.
Las imágenes son preciosas.

Saludos.

J.P. Alexander dijo...

Bello relato me gusto mucho. Te mando un beso
Enamorada de las letras

Rajani Rehana dijo...

Mind blowing post

Mónica dijo...

Estinada Franzisca.
Lo primero que me ha llamado la atención has sido tus cuadros abstractos. Me parecen ideales para decorar los pasillos de una pasa. La sala del Ordenador o un despacho de casa.
El cuento me ha encando. Son muy buenos todos los cuantos que nos escribes.
Me pasaría la noche leyendote.
Un abrazo de buenas noches.

Kenneth Hall dijo...

De hecho, me dijeron lo contrario, que el herpes no se puede tratar y que no hay forma de que desaparezca una vez que lo tienes. así que comencé mi propia investigación y descubrí que es posible combatirlo. Obtuve mucha información sobre el Dr. Ohikhobo aquí en línea que él podría curar el herpes, así que lo contacté a través de
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