En aquella tarde de finales del
verano me dirigí al parque más próximo a mi casa. Allí me encontré una niña que
sentada en el suelo se entretenía jugando con arena húmeda. Me extrañó su soledad y la circunstancia de
que ambas éramos, las únicas personas que estaban en el parque. La niña permanecía tranquila y, al parecer,
ajena a cuanto la rodeaba. Cuando quise hablarle parecía que no oía pues
tampoco respondía y ni siquiera me miraba. Me quedé en un banco próximo más de
una hora. Al fin dejó de toquetear la
tierra y me miró con insistencia. ¿Quieres agua? Y en un primer gesto, alargó
sus manos. Sus candorosos ojos, de un gris acerado, me miraron por primera vez.
-No tengo vaso. ¿Sabes beber por la
botella? Entonces se levantó del suelo y
me tendió una manita. Ah, ¿quieres pasear? Movió la cabeza. No parecía echar de
menos a nadie. La niña tenía un aspecto cuidado y limpio. A medida que avanzaba
con ella de la mano, se fue apoderando de mí una ternura inmensa, un amor nunca
sentido, un deseo de protección, de cuidarla. Me sentí como si fuera su madre. Sin
duda fue porque, a esas alturas de mi vida, mi corazón ya no soportaba más la
situación de soledad en la que vivía. Aunque fuera muda ¿Qué importancia tenía? Mejor, así no podría
hablar y para justificar su presencia, ya me inventaría alguna historia. Al fin
iba a tener un motivo por el que luchar.
No la merecían quienes así la trataban…
Insistentemente se oyó, durante
días y días, en todas las cadenas de radio y televisión la noticia de la desaparición de una niña que era sordomuda
y a la que, según sus padres, el hermano mayor había perdido de vista unos
instantes para recoger un balón. La opción del secuestro estaba servida. Si
hasta esos momentos había albergado alguna duda, a partir de allí comprendí que
era imposible mi marcha atrás. Los acontecimientos de aquel día marcaron mi
vida para siempre. La larga cadena de errores, ocultaciones y mentiras solo
acababa de empezar.
Para evitar preguntas, la primera decisión fue
trasladarnos a otra ciudad pero siempre viví con el miedo a ser
descubierta. Por tener a aquella
criatura, por ser su madre, cometí los mayores errores de mi vida y temí,
durante años, terminar en una cárcel. Siempre fui prisionera de mis actos. Hoy tendré que enfrentarme a la verdad: mi
hija acaba de descubrir que también su nombre es falso.
Alcalá de Henares, 3 de octubre
de 2013
Texto e imágenes realizados por
Franziska
8 comentarios:
lo bueno si breve...
y además lo más importante, te deja dolorosamente pensando en que es tan cierto y sucede tan a menudo, por querer amar, por no querer sentirse solo, muchas veces se cometen los mayores errores de la vida, y se termina, en una cárcel, aunque esa cárcel no sea más que la propia vida y uno sea, permanentemente el dueño de la llave de nuestro propio claustro
un abrazo enorme mamiabu, y que tengas una hermosa semana!
Como solo es un relato , está lleno de realismo y filosofía , Resulta enternecedor y llega.
Besos.
Creo que ninguno de nosotros sabemos cómo reaccionaríamos ante algo así, sentirse en una soledad extrema y encontrar ante nuestros ojos alguien que cuidar, amar y querer. Evidentemente en la realidad no hay excusa posible y más cuando se ve una búsqueda de esa personita en cuestión, sin embargo, los humanos somos imprevisibles.
Qué bueno es tu relato!!!
Un abrazo!!
Bonito y tierno relato, tanto que he ido viendo las escenas según las ibas contando.
Un beso.
Emotivo yreflexivo relato. Cortito como a mi me gustan. Me encantó.
Besicos.
Bueno, ya estoy aquí curioseando en tus letras...¡¡y qué letras!!!...
Buenísimo el relato, me encantan los relatos...pero además el tuyo está muy bien escrito.
Un tema tremendo el que nos muestras, pero ¿quien puede decir que no pudiera ser real?
Me encanta que nos hayamos encontrado en estos caminos cibernéticos.
Besitos
Exelente el relato! Me ha encantado la forma de redacción y el sentimiento se adentra...muy bien escrito!. Me encantó pasar por acá y te invito a mi blog. Un abrazo!.
¡Que fuerte! para mi no tiene disculpa, nadie tiene derecho a separar a un hijo de su familia. Para paliar la soledad se podía anotar como familia de acogida y haría una gran labor, si quería algo suyo que adoptara una mascota. Este cuento es de esas historias para no dormir.
Un abrazo grande y perdona, pasan los días y no encuentro tiempo para encender el ordenador.
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